Gabriela Cabezón Cámara, tal vez porque tiene esa cosa inquieta de los buenos periodistas, cuando se lanza no para. Con una sonrisa, sin agresividad, pero con la terquedad de la gota china, no para.
Aterrizó en España como finalista del premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón, pero antes estuvo en Madrid, después estuvo en Madrid, y al fin arribó a Barcelona, donde Aquí. punto de encuentro argentino, en un esfuerzo de producción, le prestó una bicicleta para que se diera el gusto de recorrerla y sumergirse en un asombro gozoso.
Vale recordar que en Buenos Aires se edita la revista “Barcelona- una solución europea para los problemas de los argentinos”, un acto de ironía que tiene su correlato en la masa de argentinos que andan por aquí en busca de su destino. Del suyo o de uno cualquiera que alimente las ganas de vivir.
Cuando se pudo bajar de la bicicleta, con una sonrisa de no creer la belleza de Barcelona, Aquí. punto de encuentro argentino dialogó con ella sobre su primera, pero seguramente no última novela, “La Virgen Cabeza”.
Aquipea- Su protagonista es un travesti de una villa, Cleopatra, que un día después de una paliza policial, se ilumina, milagrosamente pierde la cojera, y se convierte en portavoz de la virgen y virgen el/ella misma. ¿Cuál es su relación con las villas miseria?
Gabriela Cabezón Cámara- Nunca he vivido en una villa, ni tampoco he ido como militante, pero de chica vivía muy cerca de dos de ellas. Recuerdo que en una había una piba que, cada vez que nos cruzábamos, me agarraba a trompadas. (Ríe) Creo que ese fue mi contacto más cercano.
-En su historia, Cleopatra, voz y contacto con la Virgen Cabeza, se convierte en líder espiritual hasta de los policías de El Pozo, la villa que usted se inventa sin alejarse de la realidad. ¿El nombre de la virgen tiene algo que ver con el apelativo “cabecita negra”.
-Sí, de allí sale. Ser cabecita negra es estar al margen, y un travesti cabecita negra es el margen mismo.
-Su novela es extraña, aparte de seductora, porque al fin de cuentas narra una historia de amor en un mundo de apocalipsis.
-Hace algún tiempo empecé a trabajar con un personaje, una mujer, insertada en una empresa y en un tiempo en que el Estado ya no existía, sólo las reglas de juego de las empresas. Y esta mujer terminaba en la calle, en el desempleo y a la intemperie. Más adelante se me cambió la voz narradora y apareció Qüity, una periodista desencantada, que se siente atraída por esa extraña disonancia de una travesti profeta, que siembra esperanza entre los que están peor.
-Una travesti que admira sin límites a Susana Jiménez.
-Más, quisiera ser como Susana Jiménez, pero los hechos la llevan a ser más que la diva de la tele. Es la voz de la virgen.
-En su mundo narrativo se diluyen todos los límites. Como si de golpe hubieran caducado todas las reglas de juego. La pregunta es obvia: ¿la crisis económica y de valores que atropelló a Argentina en los últimos decenios tuvo algo que ver?
-Todo. Soy un producto de esa realidad. Una realidad donde nada se queda quieto y se pone en cuestión el orden social, las relaciones de pareja, el sexo, todo.
-Sin embargo, pese al Apocalipsis, La Virgen Cabeza es una novela optimista. ¿Utópica?
-¿Por qué no creer en la utopía? (sonríe) Tal vez allí esté la respuesta que un mundo liberal se ocupa de negar. Mis personajes, Qüity y Cleopatra, de alguna manera, se redimen en el amor. A veces uno se pregunta si queda algo más.
“La Virgen Cabeza”, editada por Eterna Cadencia, es un buen ejemplo de la nueva literatura argentina, escrita, en muchos casos, como el de Gabriela Cabezón Cámara, periodista de tiempo completo, en los ratos que la vida nos deja libres.
Cuando se despidió de Aquí. punto de encuentro argentino, partía cargada de mochilas hacia las playitas del Garraf, en busca de sol y tranquilidad para leer en la arena. Ya sabe que cuando regrese a Barcelona tiene una bicicleta a su disposición.
Para saber algo más, pinche aquí.
jueves, 22 de julio de 2010
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Es muy interesante esta mujer. Lástima que sus libros no se encuentren en España.
ResponderEliminarInteresante. Es todo tan rápido en Internet, que a veces no alcanza el tiempo humano, por eso me gustaría volver a leer detenidamente, como a mi me gusta.
ResponderEliminarLo leí, es bueno, amargo y desesperado. Da para largas charlas... ¿ Todo está tan perdido? A pesar del humor bueno, destila ironía con mucha bronca.
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