Luis Luchi, poeta. En Octubre, a diez años de su muerte, habrá homenajes y recordatorios, pero Aquí.punto de encuentro argentino no puede resistir la tentación de publicar lo que puede ser la última entrevista que se le hizo en vida, a fines del `99.
Alejandro Crimi nos entregó este material, que publicamos en tres entregas.
Poesía, tango y anarquía: Entrevista a Luis Luchi (II)
Por Alejandro Crimi
ENCUENTRO CON LA POESÍA
– ¿Cuando empezaste con la poesía?
– De joven, pero mi primer libro –“El obelisco y otros poemas”– apareció recién en el ‘59. Decidirse a publicar no era sencillo.
– ¿Cómo recordás el ambiente de la poesía en el ‘59, con quién estabas?
– En general me movía más en los ambientes políticos que en los poéticos. Pero igual participé de algunas cosas. Con un grupo, en el sesenta y pico, formamos una especie de editorial que se llamaba “El Matadero”. Llegamos a publicar varios libros de poesía y cuentos.
Conocí bastante gente, eran muy atorrantes, y tenía amigos como Enrique Berni o Manauta. Pero en realidad no anduve en ningún ambiente concreto, nunca me hice socio de la SADE ni nada (ríe).
– ¿Qué leías más en aquella época?
– Ensayo. Quería informarme y formarme. Leía muy variado, sin ninguna predilección especial. También leía poesía, pero menos. Conocí los autores clásicos de mi generación, los que todos leíamos, y los argentinos de Tuñón en adelante.
Ahora leo mucho más poesía. Leo en general autores argentinos.
– ¿Le dedicás mucho tiempo a la lectura en este momento?
– Sí. A veces quiero recuperar un montón de cosas que no leí, que fui dejando a un costado a través de los años.
– ¿Qué autor te ha impresionado bien últimamente?
– Especialmente ninguno.
– ¿Cómo ves a la poesía argentina actual?
– De lo que conozco, en general, no me apasiona nada. No encuentro un reflejo de cosas… Claro, yo tengo un gusto particular, que tiene que ver un poco mi forma de ser.
Hay cosas de Juan (Gelman) que antes me gustaban mucho, pero su poesía ahora ya no me gusta tanto. Pero la verdad es que no estoy al día.
– ¿Te gusta la obra de Juan L. Ortiz?
– Sí. Y lo releo de vez en cuando. Juanele me gustaba mucho.
– ¿Sabés que en Argentina se sigue escribiendo y publicando mucha poesía, a pesar de ser un “género maldito”?
– ¿Sí? Es una maravilla el país nuestro. En ese sentido es todo un logro. Acá se le da poca bola a los poetas. A los distribuidores no les interesa la poesía, las librerías no exponen bien los libros…
– ¿Te planificás para escribir o sos caótico?
– Soy caótico. La cuestión es sentarse, pero no proyecto. Están las ideas que flotan… pero eso de ir a sentarse todos los días a tal hora para escribir, para mí no va.
– ¿Qué lugar ocupa hoy la poesía en tu vida?
– Para mí la poesía es prácticamente esencial. Es el objetivo de mi vida. Desde hace muchos años es algo central para mí. Es lo único que tengo. Siempre estoy juntando papelitos.
– ¿Cuando llegaste a España?
– En enero del ‘77 me vine a España. No era algo definitivo. Me fui con la idea de volver a la primera de cambio. Pero bueno… se amontonaron los problemas y acá estoy.
– ¿Te viniste por los problemas del país?
– Sí. Por la situación del país y todas sus circunstancias.
– ¿Qué hiciste al llegar a Barcelona?
– Cuando llegué acá pude trabajar como corrector para unas editoriales. Pero luego no me tomaba nadie.
– ¿Elegiste Barcelona por algún motivo especial?
– Bajamos del barco en Barcelona y nos quedamos. Acá se decía que los tipos que vienen sin guita, vienen en barco y se quedan en Barcelona; en cambio los que vienen en avión se quedan en Madrid. La cosa es que llegamos en barco.
– ¿Has pensado muchas veces en volver?
– Mucho… Todo el tiempo. En los primeros diez años ante cualquier cosa que pasaba pensaba en rajar. Pero claro, no podía. Quería volver pero había dificultades de toda índole. Entonces venían mis hijos para acá.
– ¿Qué hizo que no te volvieras a Buenos Aires?
– Fueron las circunstancias. Primero las circunstancias políticas, después las económicas. Después vinieron las enfermedades. Yo estaba casado y mi esposa murió acá. Eso me desanimó la vuelta, y me fui quedando, me fui quedando.
Siempre quise volver. No me pegué a Barcelona. Nunca establecí una relación directa, un contacto de vida con la gente de acá, y con los poetas tampoco. Acá siempre me moví en el ambiente argentino. Siempre llevé la carga de esa idea de volver.
Me fui quedando… no tengo otra explicación. Ahora hace 5 años que no voy a Argentina.
– ¿Qué no te gusta de Barcelona?
– El aislamiento, es lo que más siento. Es lo que más me costó y me cuesta. Ahora ya no tanto, por la edad. El otro día cumplí 78 años. Aquí hay una verdadera mitología de Barcelona, pero es muy distinta a la de Buenos Aires.
La comunicación acá es distinta. También el humor. Acá a veces tenés que explicar el doble sentido. Vas a comprar algo y decís un chiste y no te lo entienden jamás. Nuestro humor es bastante cruel.
Aquí iba a algunas lecturas de poesía, escuchaba, aplaudía y me iba. Y nadie te preguntaba nada. Hay cosas que me resultan ajenas y que tienen que ver un poco el espíritu catalán.
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domingo, 11 de julio de 2010
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