sábado, 20 de noviembre de 2010

HISTORIAS DE VIDA: JUAN PILEGGI


Juan Pileggi, porteño de Almagro, es empresario del vestido y vive hace 25 años en Barcelona. Ante él nos hicimos la pregunta que tienen en común todas estas Historias de vida: ¿Por qué camino llegó a nuestra ciudad, y por qué se ha quedado? Todos sabemos que no es suficiente que nos vaya bien con el trabajo para quedarse en un sitio. Que por muchas razones, aún a contrapelo de la nostalgia, un día encontramos nuestro lugar en el mundo, y los días de quedarnos se nos ponen en fila hasta que hacen un cuarto de siglo.
Charlamos con Juan Pileggi un par de horas, relajados y luego nos sentamos ante el ordenador para transcribir la entrevista, con un mate a mano y Astor Piazzolla en los altavoces.

Aqui.punto de encuentro argentino:¿Qué lo trajo a Barcelona?
Juan Pileggi: No vine con la idea de quedarme. Quería conocer Europa, y en los primeros tiempos viajé mucho, con billetes baratos, comiendo en albergues estudiantiles o parando en casa de amigos. Mi primer punto de partida fue Marbella, pero luego me empezó a tirar Barcelona, y tuve que pensar en ganarme la vida.

-¿Haciendo lo que hacía en Buenos Aires o tuvo que inventarse otra cosa?
-Yo era un buscavidas. En Argentina había empezado a fabricar ropa de estilo ibicenco, que caminaba muy bien porque todos teníamos la fantasía de Ibiza. Veía cosas que me gustaban y las transformaba, creaba algo original.

-¿Con sus propios diseños? No me diga que también le daba a la aguja.
-En realidad la que sabía era mi madre. Yo le llevaba una ropa y la vieja me decía, mirá que mal está hecha, mirá cómo se puede mejorar, y me hacía los moldes, los patrones. Con su ayuda me iba bien.

-¿Fue difícil empezar otra vez en Barcelona?
-Yo diría que no, porque venías de Argentina con mucha cintura. Allá, con la inflación y todo el lío de la economía había que hilar muy finito para no perder plata. Acá era distinto, te tranquilizabas porque podías planificar.
Lo primero que hice fueron unas bufandas que vendía en conjunto con los guantes. Yo no inventé la bufanda, eso está claro, pero pude hacer algo distinto. Además tuve una ayuda bárbara, hizo un invierno muy frío y no daba abasto con los pedidos.

-¿Ya tenía montada una estructura de producción y venta, o iba un poco a lo jipi?
-Ni coche tenía, porque tampoco sabía si me iba a quedar una semana o dos meses. Cuando iba a Sabadell, al taller donde me hacían las bufandas, me daban varias bolsas enormes y me hacían la gauchada de arrimarme hasta la estación. Después le pedía ayuda a todo el mundo para bajarlas del tren y meterlas en un taxi. Como no tenía ni local, guardaba las bolsas en tiendas de clientes que me hacían ese favor. Te veían joven y con ganas y te ayudaban.

-Hubo una época en que los argentinos se ganaron la desconfianza por pasarse de vivos. ¿No le complicaba las cosas?
-Yo nunca tuve problemas, pero es cierto que a cada paso tenías que demostrar que les ibas a cumplir, que eras “legal”. No lo debo haber hecho tan mal porque mucha gente que conocí en aquellos primeros tiempos son hoy mis amigos.

-Podríamos inventarnos un refrán a la medida: No sólo de ropa vive el hombre. ¿Qué otra cosa lo retuvo en Barcelona?
-Cuando llegué, en el ’85, esto era una fiesta. Yo trabajaba todo el día y salía todas las noches, sin faltar una. Era joven y el cuerpo me daba para todo. Uno venía de Argentina, donde por algunos sitios no podías ni caminar, y aquí te estabas tomando una birra en Gràcia, en la Plaza del Sol, y en la mesa de al lado estaba Maragall, el alcalde de Barcelona con la familia, mientras en la misma plaza, un poco más allá, podía haber de todo. Cualquier día ibas al Bikini y te querías morir: estaba todo el mundo, pero todo el mundo de verdad. Cada uno iba a su palo y muy relajado.

-¿Cuándo empezó acunar la idea de quedarse? ¿Cuando se asoció con otros argentinos para producir en mayor escala?
-Más o menos. En realidad vivíamos con la idea de que un día íbamos a pegar la vuelta, y por eso no queríamos atarnos demasiado. De todas maneras nos comprometimos más y nos lanzamos a tener diseños y patrones propios; a hacer ropa en talleres locales para vender a lo largo de la costa. Recuerdo que de lunes a viernes cortábamos y los fines de semana salíamos a vender. Trabajábamos mucho, pero no nos pesaba. Y encima nos dábamos tiempo para disfrutar de la noche y el día de Barcelona.

-¿La crisis económica actual lo afecta? ¿En qué situación se encuentra su empresa?
-Para alguna gente la cosa se ha puesto muy chunga. Tienen dificultades para pagar y hay que darle facilidades, porque son clientes de toda la vida. Pero aparte de eso no nos podemos quejar. Tenemos un horizonte claro, con ambiciones limitadas, porque no queremos competir con los grandes del vestido. Hoy ponemos el acento en la ropa con raíces étnicas y tenemos buena respuesta.


-¿Habla catalán?
-Esa es una deuda que tengo, porque lo hablo muy mal y si no me queda otro remedio. En casa y con los amigos hablo castellano.

-¿Sigue en contacto con Argentina? ¿Se plantea volver, como Gardel, aunque no sea con la frente marchita?
-Voy cada vez que puedo porque me tira mucho. Parece mentira, pero, después de 25 años aún no sé si volveré o me voy a quedar en Barcelona. Me temo que no lo voy a resolver nunca, porque como dice un refrán, el que se sienta en dos sillas siempre está mal sentado.

-Veamos sus vicios argentinos: ¿Es futbolero?
-Era, pero ahora ya no tanto. Acá, por supuesto que sigo al Barça. Allá soy de Boca. Cuando viajo, con mis hermanos, que esos si son futboleros, nos vemos todos los partidos de Boca.

-Hay quien no pasa un día sin leer los diarios argentinos o escuchar las radios de allá. ¿Usted hace lo mismo?
-En la tienda tengo sintonizadas radios de argentina, sobre todo las que pasan música, y las oigo a cada rato. Toda la música me gusta, pero me engancha mucho el rock nacional, Serú Girán, Pescado Rabioso, los de mi época.

-Una última pregunta: ¿el corazón manda?
-El corazón manda. Con Merce, que es catalana, estamos juntos hace doce años. Una razón de mucho peso para querer a Barcelona.

Para los que quieran conocer a Juan Pileggi en vivo y en directo vayan estos datos: Su tienda de confecciones al por mayor se llama “Muiggi”, y está en Ronda de Sant Pere, 56.
Para saber más sobre lo que producen, con pinchar aquí y también aquí, ya se van a enterar.



4 comentarios:

  1. Eso sí que es arrancar una vida. Qué cojones, compañero. Le imagino en el tren, peleando por lo que había decidido. Mi más sincera enhorabuena a Juan!!!
    Me encantan las historias que se cuentan en esta página.
    Una española.

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  2. Los de Boca somos como este hombre, no nos entregamos ni abajo del agua. Un bostero.

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  3. Qué grande, Juanete!!!
    Es bostero, sí, pero también una gran persona.

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  4. Felicitaciones a este blog, a quien lo esté haciendo y eligiendo las trazas de vida y valor que cuenta. Mis felicitaciones también a Juan y a todos los que han ido apareciendo.
    J.P. de Rosario

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