Muchos argentinos que recalan en Barcelona descubren, con asombro, la existencia del que fue conocido como Gato Pérez, que no es el Ratón Pérez, ni cambiaba dientes por monedas.
Más, habituados a un país donde las ciudades abundan en nombres de generales, coroneles y patriotas de al menos cuestionada virtud para dar nombre a nada, en Barcelona no sólo hay una plaza Carl Marx, sino también una plaza Gato Pérez.
Pronto harán 20 años de la muerte de este músico argentino que, como muchos artistas, fue devorado por su entrega. Recordarlo es obligatorio. Tal vez porque María Rosa Yorio y el Negro Fontova, grabaron en el Río de la Plata algunas de sus canciones y pocos supieron que eran rumbas catalanas.
El enamoramiento del Gato Pérez por esa música, tan propia de los gitanos del barrio de Gràcia, con próceres previos como Peret, produjo un cruce entre lo que en Argentina se conoció como rock nacional, y una música de fiesta, renovando su vitalidad.
Así como alguna vez el tango aceptó el impulso de músicos catalanes como Viladomat y Garzo, autores de “Fumando espero”, el reverso de este intercambio fue el Gato Pérez, revitalizando la rumba catalana.
Por estos días Barcelona lo recuerda y le rinde homenaje. Para escucharlo en “Gitanitos y morenos”, pinche aquí.
Yo soy una de tantos que nunca supieron de la existencia del Gato Pérez. Me congratula saber que un "loco" de nuestra generación fue capaz de entender la importancia popular de la rumba catalana.
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